lunes, 7 de febrero de 2022

Jaraneros en Cancún

 Quintana Roo suena a ritmos indígenas mayas, a ritmos caribeños y a ritmos mestizos; ¡Quintana Roo también suena a jarana!

Si bien pueden observarse las tradicionales vaquerías en el estado, son eventos algo aislados, que se gestan en las regiones apartadas del centro de las ciudades y poblados. Al verlas, uno pensaría que su trasfondo es igual o similar al de los vecinos yucatecos y campechanos. 

Cabe señalar, que la primer Magna Vaquería llevada a cabo en el municipio de Benito Juárez, en la ciudad de Cancún, fue apenas en 2015 y a ella asistieron grupos jaraneros que viajaron desde Mérida, Valladolid, Chetumal, Felipe Carrillo Puerto, Kantunilkín, Cozumel, Leona Vicario, José María Morelos e Isla Mujeres.

En Cancún, tierra de todos, cualquier quintanarroense, peninsular, mexicano o extranjero, puede osar bailar la jarana y llenarla de sus propias particularidades.

Es difícil encontrar fuentes que describan específicamente el contexto, los símbolos, las tradiciones y costumbres en torno a la jarana que se ejecuta en este joven estado, sin embargo, desde hace algunos años, comienza a gestarse un interesante movimiento de observación, comprensión, apropiación, promoción y difusión en torno a este baile peninsular. 

El joven bailador y bailarín, Adrián Novelo, nos invita a seguirle los pasos (mejor dicho, los zapateados). 

Joven de ascendencia yucateca pero nacido en tierras norteamericanas, quien se topó con la danza folklórica mexicana siendo adolescente y también con las dificultades y prejuicios que ello implica.

Habría elegido estudiar danza en Zacatecas, pero las tradiciones, costumbres y paradigmas familiares, le negaron esa posibilidad y le persuadieron de dedicarse a una carrera “con más futuro”. Fue así como dedicó sus estudios profesionales a la Administración y el resto de su vida, al folklor.

Paralelo a la vida académica, Adrián perteneció al grupo de danza folclórica de la Casa de la Cultura de Cancún donde tuvo una trayectoria exitosa aprendiendo del gran profesor José Luis Yubi†, en el grupo representativo de la institución, Ballet Folklórico Misol-Ha.

Posterior a eso, participó en un grupo que animaba diferentes eventos de las iglesias en Cancún del cual se retiró por comenzar a percibir un ambiente distinto a sus intereses. Fue entonces, cuando encontró a la Mtra. Eugenia Solís, bailadora de jarana libre[1].

Ella lo motivó a visitar los diversos pueblos que conforman cuatro de las regiones del estado de Yucatán: oriente, centro, sur y noroeste[2]; para que él aprendiera de los jaraneros que aún preservan las más añejas tradiciones. Adrián señala haber notado diferencias interesantes en los zapateados, estilos y combinaciones de pasos, que observó en las diferentes vaquerías a las que, a la fecha, continúa asistiendo.


Ha sido afortunado pues, en sus propias palabras, los jaraneros del sur son muy celosos de sus costumbres y tradiciones, incluso se considera esta región como la cuna de jaraneros y capital de las guayaberas. De estas tierras, han surgido grandes campeones jaraneros.

Aunque dedicado a escenificar el folklor de diversas partes del país, Adrián no niega la pasión que siente por la tierra que le dio origen “me gusta mucho el folklor, pero amo Yucatán y amo la jarana”.  Inicia un comentario con un modesto tono de voz, con una sonrisa pícara, que pasa a ser una expresión que algunos pudieran tachar de “descarada” cuando me dice abiertamente: “Jalisco no debe representar a México, lo debe representar Yucatán”, primero enmudecimos y luego reímos a carcajadas.

En su búsqueda de espacios para desarrollar y compartir su pasión por la jarana, fue encontrando rinconcitos en Cancún donde se realizaban las vaquerías. Fue testigo de las vaquerías vallisoletanas[3] que se llevaban a cabo en la comunidad denominada Rancho viejo, las cuales, fueron paulatinamente desplazadas por las vaquerías dedicadas a la Virgen de Fátima.  

Desde su particular punto de vista ha observado que, donde más se respetan las tradiciones en torno a las vaquerías, es en Campeche; él dice: “ahí no se da nada, no se reparte nada, ni comida ni nada, hasta que se baila la cabeza de cochino[4]”. 

Dice que, en la mayoría de las vaquerías, ya no se observa la venta de vaqueras[5], tradición que consistía en invitar a bailar a las señoritas y al concluir una pieza, se les extendía una “gala” (aporte monetario).

De las anécdotas que con más entusiasmo compartió, se encuentra la referida al señor Don Raúl Caab, de 84 años, quien es conocido como “el ganadero de Espita[6]”. Don Raúl, a pesar de las inclemencias de la edad, trata de frecuentar las vaquerías manteniendo el rigor de las tradiciones que conoce. Desde su elegante atuendo, impecablemente blanco y bien planchado, se incomoda porque ya no suelen coronar las plazas o el tablado, y no da inicio a su danza, hasta que se han pronunciado los Aires Yucatecos[7]; es de los escasos caballeros, que aun otorgan un refresco, “antojito” o dinero a las bailadoras que lo acompañan, en símbolo de la “gala”.

Dentro de las exquisitas explicaciones que Adrián compartió, habló de la pérdida del protocolo para llevar a cabo una vaquería, de los hábitos perdidos en relación a la preparación del atuendo y los accesorios, que tiempos atrás, debían estar listos desde temprano, impecables, almidonados, organizados sobre la cama de las vaqueras quienes extendían junto a sus ternos las joyas que usarían ese día.


Explicando lo anterior, el joven Novelo, no deja pasar la oportunidad de mencionar una de las situaciones que recurrentemente generan debate entre las bailadoras y es que, el uso del lazo elaborado con “cinta de agua”, el tocado de flores y la peineta, han sufrido sutiles cambios que, con el tiempo, se han hecho evidentes. Ahora los prefieren mucho más grandes, coloridos y brillantes, y han tenido tanta popularidad, que incluso las abuelas, de las jóvenes bailarinas, jaraneras y/o bailadoras, los prefieren sobre los tradicionales. El sombrero con espejo que usaban las vaqueras, definitivamente ha caído en desuso y está quedando en el olvido la forma más auténtica de su uso y su función.

Desde la perspectiva del entrevistado, pareciera que los jóvenes ignoran totalmente el simbolismo de las vaquerías, quienes participan en ellas, aun en algunos de los poblados que vieron su origen, sólo se reúnen con fines recreativos, festivos y sociales[8].  Pueden asistir o no, a las misas vinculadas a esta tradición y antes, era casi una obligación.

            Hace 7 años, cuando Adrián llegó a las clases de la Mtra. Eugenia, se creó el grupo Azul-Ha, donde inició como aprendiz y del que actualmente comparte la dirección. En esta experiencia, ha participado en varias vaquerías de Cancún. Han instruido a niñas, niños, jóvenes y adultos[9] de diferentes orígenes (no necesariamente peninsulares), que sienten deseo de aprender jarana. En este momento de la charla, recuerda una anécdota que le dejó una gran lección de vida: deshacerse de los prejuicios.

Cuenta que un día llegó a las clases una mujer joven adulta, que portaba tatuajes y perforaciones, él pensó que no duraría mucho tiempo y actualmente, es de las más activas bailadoras del grupo[10].  

Han convivido con otros grupos cancunenses, de los que, si no recuerda mal, ha contabilizado 32, y que hasta ahora, se hacen presentes con más fuerza[11] en las vaquerías de la Península de Yucatán. Adrián confiesa sentir emoción cuando los jaraneros de los estados vecinos divisan al gremio Cancunense. Al parecer esto produce una agradable sorpresa en los demás participantes.


¡Cancún tiene jaraneros! Bailan a su estilo, con base en lo que dicta la jarana tradicional yucateca, aunque con sutiles diferencias. En palabras exactas de quien describe, compran la indumentaria en los lugares tradicionales, pero comienzan a introducir sus propios diseños, él y muchos más, en lugar de usar las técnicas tradicionales para trazar los dibujos que serían bordados, ahora pueden recurrir a ciertas aplicaciones para descargar e imprimir; con respecto al baile, “en lugar de brincar, deslizamos” y “ampliamos el terno para movernos mejor”, “rizamos un poco más el encaje”, “nos dicen payasos y que no estamos respetando su cultura”. Sin embargo, para Adrián, se está dando vida, a la jarana propia de Quintana Roo. 




Emocionado por la explicación, no pudo evitar ponerse de pie y mostrar las diferencias en el estilo yucateco y el cancunense.

 

 

 

 

 

 



[1] Fuera de academia, la Maestra, de origen yucateco, se dedica a enseñar la jarana distinta a la que se escenifica en los espectáculos por los ballets folklóricos, ella muestra lo que aprendió en su pueblo, de sus padres y abuelos, de su comunidad.

[2] En la historia de Quintana Roo, se ha señalado cómo, algunos mayas de estas regiones de Yucatán, se trasladaron a la espesa selva del centro de lo que fue el territorio y en su rebeldía dieron pie a la icónica Guerra de Castas.

[3] Provenientes de Valladolid, Yucatán.

[4] Es posiblemente, la danza más practicada y mejor conservada de la península de Yucatán (Rosado, 2013).

[5] Desde una opinión personal, retomando los campos y las corrientes de la etnología, esto posiblemente tiene que ver con las situaciones de género que se han ido desarrollando a lo largo de los años y cuyo simbolismo, no es propio de la modernidad. 

[6] Otra localidad del estado de Yucatán.

[7] Pieza musical que algunos consideran la pieza de apertura de las vaquerías.

[8] Que si bien, esto de algún modo siempre ha sido parte de las vaquerías, ha ido perdiendo la connotación religiosa. 

[9] Lo que sugiere, que no existe edad, origen, ni condición, que limite el interés por esta tradición.

[10] Supongo que es algo que parece insólito, una mujer que pertenece a cierto grupo o tribu, participando de las tradiciones y costumbres de la región.

[11] Diría que identidad y representatividad.

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