Quintana Roo suena a ritmos indígenas mayas, a ritmos caribeños y a ritmos mestizos; ¡Quintana Roo también suena a jarana!
Si
bien pueden observarse las tradicionales vaquerías en el estado, son eventos algo aislados, que se gestan en las regiones apartadas del centro de las ciudades y poblados. Al verlas, uno pensaría que su trasfondo es igual o
similar al de los vecinos yucatecos y campechanos.
Cabe
señalar, que la primer Magna Vaquería llevada a cabo en el municipio de Benito
Juárez, en la ciudad de Cancún, fue apenas en 2015 y a ella asistieron grupos
jaraneros que viajaron desde Mérida, Valladolid, Chetumal, Felipe Carrillo
Puerto, Kantunilkín, Cozumel, Leona Vicario, José María
Morelos e Isla Mujeres.
En
Cancún, tierra de todos, cualquier quintanarroense, peninsular, mexicano o extranjero, puede osar bailar la jarana y llenarla de sus propias particularidades.
Es
difícil encontrar fuentes que describan específicamente el contexto, los
símbolos, las tradiciones y costumbres en torno a la jarana que se ejecuta en
este joven estado, sin embargo, desde hace algunos años, comienza a gestarse
un interesante movimiento de observación, comprensión, apropiación, promoción y
difusión en torno a este baile peninsular.
El joven bailador y bailarín, Adrián Novelo, nos invita a seguirle los pasos (mejor dicho, los zapateados).
Joven de ascendencia yucateca pero nacido en tierras norteamericanas, quien se topó con la danza folklórica mexicana siendo adolescente y también con las dificultades y prejuicios que ello implica.
Habría
elegido estudiar danza en Zacatecas, pero las tradiciones, costumbres y
paradigmas familiares, le negaron esa posibilidad y le persuadieron de
dedicarse a una carrera “con más futuro”. Fue así como dedicó sus estudios
profesionales a la Administración y el resto de su vida, al folklor.
Paralelo
a la vida académica, Adrián perteneció al grupo de danza folclórica de la Casa
de la Cultura de Cancún donde tuvo una trayectoria exitosa aprendiendo del gran
profesor José Luis Yubi†, en el grupo representativo de la institución, Ballet Folklórico Misol-Ha.
Posterior
a eso, participó en un grupo que animaba diferentes eventos de las iglesias en
Cancún del cual se retiró por comenzar a percibir un ambiente distinto a sus
intereses. Fue entonces, cuando encontró a la Mtra. Eugenia Solís, bailadora de
jarana libre[1].
Ella lo motivó a visitar los diversos pueblos que
conforman cuatro de las regiones del estado de Yucatán: oriente, centro, sur y
noroeste[2];
para que él aprendiera de los jaraneros que aún preservan las más añejas tradiciones.
Adrián señala haber notado diferencias interesantes en los zapateados, estilos
y combinaciones de pasos, que observó en las diferentes vaquerías a las que, a
la fecha, continúa asistiendo.
Aunque
dedicado a escenificar el folklor de diversas partes del país, Adrián no niega
la pasión que siente por la tierra que le dio origen “me gusta mucho el
folklor, pero amo Yucatán y amo la jarana”. Inicia un comentario con un modesto tono de
voz, con una sonrisa pícara, que pasa a ser una expresión que algunos pudieran
tachar de “descarada” cuando me dice abiertamente: “Jalisco no debe representar
a México, lo debe representar Yucatán”, primero enmudecimos y luego reímos a
carcajadas.
En
su búsqueda de espacios para desarrollar y compartir su pasión por la jarana,
fue encontrando rinconcitos en Cancún donde se realizaban las vaquerías. Fue
testigo de las vaquerías vallisoletanas[3]
que se llevaban a cabo en la comunidad denominada Rancho viejo, las cuales,
fueron paulatinamente desplazadas por las vaquerías dedicadas a la Virgen de
Fátima.
Desde
su particular punto de vista ha observado que, donde más se respetan las
tradiciones en torno a las vaquerías, es en Campeche; él dice: “ahí no se da
nada, no se reparte nada, ni comida ni nada, hasta que se baila la cabeza de
cochino[4]”.
Dice
que, en la mayoría de las vaquerías, ya no se observa la venta de vaqueras[5],
tradición que consistía en invitar a bailar a las señoritas y al concluir una
pieza, se les extendía una “gala” (aporte monetario).
De las anécdotas que con más entusiasmo compartió, se encuentra la referida al señor Don Raúl Caab, de 84 años, quien es conocido como “el ganadero de Espita[6]”. Don Raúl, a pesar de las inclemencias de la edad, trata de frecuentar las vaquerías manteniendo el rigor de las tradiciones que conoce. Desde su elegante atuendo, impecablemente blanco y bien planchado, se incomoda porque ya no suelen coronar las plazas o el tablado, y no da inicio a su danza, hasta que se han pronunciado los Aires Yucatecos[7]; es de los escasos caballeros, que aun otorgan un refresco, “antojito” o dinero a las bailadoras que lo acompañan, en símbolo de la “gala”.
Desde
la perspectiva del entrevistado, pareciera que los jóvenes ignoran totalmente
el simbolismo de las vaquerías, quienes participan en ellas, aun en algunos de
los poblados que vieron su origen, sólo se reúnen con fines recreativos,
festivos y sociales[8]. Pueden asistir o no, a las misas vinculadas a
esta tradición y antes, era casi una obligación.
Hace 7 años, cuando Adrián llegó a
las clases de la Mtra. Eugenia, se creó el grupo Azul-Ha, donde inició como
aprendiz y del que actualmente comparte la dirección. En esta experiencia, ha
participado en varias vaquerías de Cancún. Han instruido a niñas, niños,
jóvenes y adultos[9]
de diferentes orígenes (no necesariamente peninsulares), que sienten deseo de
aprender jarana. En este momento de la charla, recuerda una anécdota que le
dejó una gran lección de vida: deshacerse de los prejuicios.
Han
convivido con otros grupos cancunenses, de los que, si no recuerda mal, ha
contabilizado 32, y que hasta ahora, se hacen presentes con más fuerza[11]
en las vaquerías de la Península de Yucatán. Adrián confiesa sentir emoción
cuando los jaraneros de los estados vecinos divisan al gremio Cancunense. Al
parecer esto produce una agradable sorpresa en los demás participantes.
[1] Fuera de academia, la Maestra, de origen yucateco, se dedica a enseñar la
jarana distinta a la que se escenifica en los espectáculos por los ballets
folklóricos, ella muestra lo que aprendió en su pueblo, de sus padres y
abuelos, de su comunidad.
[2] En la historia de Quintana Roo, se ha señalado cómo, algunos mayas de estas
regiones de Yucatán, se trasladaron a la espesa selva del centro de lo que fue
el territorio y en su rebeldía dieron pie a la icónica Guerra de Castas.
[3] Provenientes de Valladolid, Yucatán.
[4] Es posiblemente, la danza más practicada y mejor conservada de la península
de Yucatán (Rosado, 2013).
[5] Desde una opinión personal, retomando los campos y las corrientes de la
etnología, esto posiblemente tiene que ver con las situaciones de género que se
han ido desarrollando a lo largo de los años y cuyo simbolismo, no es propio de
la modernidad.
[6] Otra localidad del estado de Yucatán.
[7] Pieza musical que algunos consideran la pieza de apertura de las vaquerías.
[8] Que si bien, esto de algún modo siempre ha sido parte de las vaquerías, ha
ido perdiendo la connotación religiosa.
[9] Lo que sugiere, que no existe edad, origen, ni condición, que limite el
interés por esta tradición.
[10] Supongo que es algo que
parece insólito, una mujer que pertenece a cierto grupo o tribu, participando
de las tradiciones y costumbres de la región.
[11] Diría que identidad y representatividad.
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